jueves, 23 de diciembre de 2010

p.a.z

Una bocanada de aire fresco en sus alveolos. Silencio. Y a ella, muda, hablando con gestos, con calor, como para fusionarse. Quería sol, quería aire fresco. Quería cariño y el amor recíproco.

José miró al cielo proyectado en el estante de su oficina, con un impulso deseó saltar y agarrarse de un escrito firme, libre de letras cobardes en atmósfera. El problema que era él o el problema que eran ellos o las soluciones quería dejarlos de lado.

José era Navidad, se recordó. Algunos lo miraban y lo confundían con ego, con egoísmo. El los miraba y sólo callaba pidiendo paz.

Somos lo que somos y es lo que tienes que ver. ¿Y por qué no eres tú mismo sino algo parecido? Tú no debes nada a nadie sino a los que son fieles a sí mismo. Si fueses tú mismo te deberían los demás. Y no importan las deudas.

Una bocanada de aire fresco. No dinero. No cosas. No poses. No aluviones. Al menos no ahora. No es necesario.

José mira el reloj. Mira el cielo en su estante. Mira su alma. Mira a su alrededor y el aire a oficina en construcción por unos instantes se vuelve fresco.