lunes, 25 de mayo de 2009

El lunes cercano al martes

Sólo falta una hora para estar cerca a ti, Luisa. Saliste proyectado como sombra de luz, es decir, algo imposible. Volaste dentro del cuarto, la viste, te sorprendiste por la escaramuza mental. Hasta que Luisa te miró.

Luego, luego. Existieron los demás días para los látigos en la espalda y la escritura de algo sinsentido.

lunes, 18 de mayo de 2009

Un lunes más.

Es una protesta. Luisa, está protestando, pienso. Estoy sentado a su costado y ella ni se inmuta. Sabe muy bien que estoy a su lado y parece que me prefiere en silencio. Afuera parece imperceptible el mundanal ruido.

Sabes, a veces quisiera tener la fortaleza que tiene mi enamorada. O ese desdén por las cosas filosóficas. Luisa ahora levanta la mirada, sonríe y cierra los ojos. Quedan sólo algunos minutos para que tener que regresar a la oficina. No quieres irte, dice con los ojos cerrados. No quiero ir allá le respondo. Si pudiera hacer lo que tú haces, también lo haría. Me paro y miro por la ventana pequeña. Allá afuera hace sol y hace frío. La gente tose, trabaja, hablan para olvidarse que trabajan.

No me interesa la gente, dijo serenamente. ¿Qué te interesa entonces? Mirar hacia adentro, sonreir y mirar cómo te incomodas al ver tu reloj.

Me incomodaba muchísimo y quise excusarme con un "no hay chamba perfecta, Luisa" para verla curvar sus labios con una burla fraterna. Ni tú te la crees. ¿Hasta cuándo crees que estaremos así? Se irguió ahora energética marcando el puente colgante de sus vértebras dejando una silueta felina.

Yo hasta que vuelvas. Por lo pronto, sólo te tocará volver a ti. ¿Y qué pasa si no lo hago? Prefieres estas paredes y a una sola persona que a toda esa multitud en ese juego de vidas.

Tiene razón.

lunes, 11 de mayo de 2009

Un lunes

Ya estamos lunes. Vas tres semanas aquí, ¿no crees que debes salir a tomar aire? Luisa estaba con la mirada fija en su pequeño y viejo televisor, apagado.

¿No odias haber comenzado otra vez una semana? Sabes que empiezas esas acciones rutinarias... Todos tenemos rutinas, Luisa. Sí, tienes razón pero tú odias tus rutinas sobre todo porque no eres feliz de llegar a esa oficina. Se nota que no comprendes a tu jefe y que crees que no tienes mucha suerte, hasta empiezas a pensar que es tu culpa, que quizá tú debes adaptarte cuando hay adaptaciones que nos adormecen. Hoy estamos adaptados al estrés como algo normal, al sub sueldo como algo normal, a no recibir beneficios, a estar desmotivado y tener que reirte absurdamente como algo normal. Y eso, hablando sólo del trabajo.

Me dejó callado. Luisa parecía que tenía la habilidad de meterse en el pensamiento de la gente, o al menos, el mío. Pero tú has tenido una buena chamba. ¿Cuánto te estaban pagando, el doble, triple que a mí?

Sí, y me están esperando a que regrese en las siguientes semanas. Eso debería hacerme feliz, ¿cierto? ¿O tomarme vacaciones? Sonrió. ¿Qué lo que no te gusta de tu vida?

Ahora sonreí yo. Me devuelves la pelota. No soy infeliz Luisa. Estoy relativamente bien en comparación de otras millones de personas... Relativamente bien, me cortó Luisa. Estás buscando plata por el camino equivocado al igual que yo. Yo estoy sola, si vieras mi cuenta de ahorro podría largarme, hacer mi empresa o qué se yo. Pero no se trata de dinero. En cambio tú, creo que se trata de dinero y estás infeliz porque no estás haciendo lo que te gusta y ganando plata haciéndolo.

¿Qué es lo que te falta, Luisa? Ahora jugueteaba con sus pies pequeños y giró para ver hacia su ventana. Me hace falta saber que voy a estar bien me conectó sus estrellas verdes para dejarme inmóvil. Mejor anda ya avanzando a tu oficina, se enfundó en su cama.

jueves, 7 de mayo de 2009

Las reglas de Luisa

Ya vas varios días encerrada. ¿No crees que ya es hora de salir? ¿Cómo estás haciendo con la comida? Pregunté curioso, Luisa estaba sentada apoyándose en sus rodillas, su cuarto, sin embargo estaba en orden, no tenía idea de en qué momento ponía todo en su sitio. Eso sí, sus cabellos seguían revueltos, como si prefirieran refrescarle la cara a medias.

Delivery. Y tengo para unos días más. Esta vez, el silencio me animó a que me sentara a su lado. ¿Por qué vienes? Porque eres mi amiga y cualquier amigo se preocupa si su amiga está encerrada varios días en su mini. Ah, ah, meneó la cabeza, han venido un par de amigos más, me contestó indiferente. Y no han vuelto más.

¿Por qué vienes?

La verdad era que ni yo mismo lo sabía. Luisa siempre me pareció un enigma me respondí lógicamente, pero eso no era toda la razón que no se me asomaba concienzudamente. Ni idea, titubeé, Luisa de pronto sonrió. ¿Y cuáles son tus reglas? Giró su cabeza y logré notar su ceja inquisitiva que decía ¿Cómo? Ayer, ¿recuerdas? Hablamos sobre las reglas absurdas, las pequeñas reglas, cómo nos engañaban muchas de ellas...

Mmmf, sé tú mismo, no hagas a nadie miserable y cambia cuando no se trate sólo por conveniencia, sino por convicción.

¡Vaya, sí tienes reglas! Creía que me responderías que no tenías, o no tengas reglas, o algo parecido. Luisa, se levantó y se tiró a su cama, se acomodó mirando a su cabecera, ahí tenía un dibujo impregnado, curvas que dejaban libres algunas siluetas para la imaginación: una mariposa, un remolino, un gato enrollado y demás. Se quedó atada al relieve contrastado y siseó algo para sí misma.

Sólo unas pocas reglas son universales aunque este desquiciado mundo tiene las erróneas sobre nuestros hombros. Como Atlas, señaló a su cabecera.

Me paré, la vi con la mejor sonrisa buena que podía darle. Mira, te traje un chocolate, un triángulo, no debes estar comiendo mucho dulce en estos días. Por primera vez, pude ver dos cometas pardas levantando una sonrisa.

Vete ya, estás tarde para la oficina.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Conversación con los ojos cerrados

Te diré qué quiero ahora, me dijo. Estaba con el cabello enmarañado en su cabeza muy parecido a su mirada. Quiero tener la certeza de que puedo estar bien. Quiero estar en un lugar donde sienta que no importa todo lo que me rodea y que lo que me rodea no me aturda. ¿Entiendes? Levantó por única vez la vista y sonrió para dejarse caer.

Ya en la cama, Luisa se inmutó, cerró sus ojos. Me dejó quieto, parado y extrañado. Sí, todos tenemos días difíciles, le dije, pero todos continuamos y mañana tendrás nuevos bríos. ¿Tú crees eso? dijo con los ojos cerrados. ¿De verdad crees eso o es una simple excusa indulgente y fatal? Sé que no tengo la peor vida del mundo, sé que hay millones que apenas viven. Sé que puedo decir que tengo cosas y personas por quienes vale la pena continuar. Sé que no soy mala persona, que te puedo decir que estoy deprimida o nada más. O que un médico me diga que tengo algo peor y nada más. Aún así, ¿de verdad crees eso?

Creo que debemos continuar dije, no con una sentencia en mi guión, sino mas bien con desánimo.

Eres sincero, eso es lo bueno de ti. Algunos te tratan como un inepto, pero nunca te dejes cambiar por las reglas de los demás. Todos allá afuera se creen mucho de lo que no son y cubren sus flaquezas con nuevos engaños, objetos y necesidades. Tú sabes tus flaquezas, tus inciertos y lo admites con algo de pena. Pero dime, ¿tú crees que vale la pena jugar con estas absurdas reglas?

Esperaba que abriera los ojos y dejara ver esas pardas esmeraldas. Luisa, ¿qué quieres escuchar? Tú sabes bien que no hay soluciones mágicas, no hay ese mundo de niños, este mundo es de carencias y sin embargo, hay algunas cosas buenas que se inventan día a día. Además, hay unas pequeñas reglas que podemos manejar nosotros...

Sonrió. ¿Qué te haría feliz?

No lo sé... Muchas cosas...

Parece complicado, ¿cierto? Aunque en realidad, en el fondo sabemos que es simple, sólo que no lo podemos tener y mientras vamos pensando terminaremos diciendo lo que las reglas nos dicen: una casa, un buen trabajo, dinero, una familia... Pero en el fondo, hay algo que nos dice que no es precisamente eso.

Hay que saber adaptarse a lo que tenemos y hacer un esfuerzo por alcanzar las cosas que nos faltan, le dije.

Deja esas líneas de libro de autoayuda o gurú de gerencia. Los cambios son más rápidos, sobrevive a la competencia mayor, la clave está en la rapidez, iniciativa y adaptación. Esa es una basura, un Darwin con ganas de ir al baño. Hasta el mismo Darwin entendería que la adaptación forma parte de un sistema y que todo está entrelazado. A nosotros nos dicen, que nos adaptemos pero para un beneficio nuestro siempre primeros.

Bueno, Luisa, no sé que decirte. Estaba algo confundido ya en este punto, sonaba razonable en parte lo que decía pero me lo decía una amiga deprimida.

Anda ya, tienes que regresar a tu oficina, yo me quedaré "descansando".