domingo, 30 de enero de 2011

sería bueno no estar

cuando caía su ánimo en desaliento y la frustración, prefería salir. irse para tratar de ver mejor las cosas.

vamos, ya ni entendía si él pedía mucho. tenía que trabajar al día siguiente. quería haber pasado con ella a solas, que estaba tan linda. pero vamos, había que ceder. ceder. ceder.

quizá para él era algo tan habitual que ella ni cuenta se daba. y se daba mucha cuenta cuando le tocaba su turno.

¿cuánta agua cae al pozo que uno da por sentado que tendrá agua para siempre?

¿quizá él tampoco se daba cuenta cuando ella daba? no lo sabía.

él quería salir a tomar aire y se encontró con los nuevos conocidos, pidió un jugo de naranja y escuchó que hablaban de calorías, de las hamburguesas y demás...

¿algo tenía ese lugar étnico que salían siempre de malas?

¿algo de malo tenía él que quería estar a solas con ella?

no era el momento tal vez, por eso sería bueno no estar pensó, y por eso estoy aquí mientras ellos hablaban de las veinte cucharadas del frapuccino y demás.

timbró su celular. hora de regresar. pensó que lo que tenía que hacer al día siguiente ya no tenía sentido. la vio, creyó que le iba a discutir, pero no, se quedó callada. él tomó las cosas, su amiga le increpó por salirse, él le dijo que había que haberse ido, pero ella quería quedarse. y nada tiene sentido ya porque ni ella quiere conversar porque cree que él está molesto y él piensa que ya terminó de conversar con sus amigos.

lo que le molestaba luego fue descubrir que ella si podía quedarse lo hubiese hecho, que no lo hacía porque no había con quien regresar, que el esfuerzo para ella no era símbolo de comprensión sino de carga e incomprensión de él.

y empezó a pensar del sentido de ceder tan distinto para ambos y que al final, todo se desdibujaba y lo mejor que tenía que hacer era dejarla en su casa y regresar a la suya.

¿cuándo somos nosotros?

llegó a casa sin ánimo de ir al día siguiente a trabajar. y de cómo sería bueno no estar consciente.

y durmió.