viernes, 21 de mayo de 2010

Y entre la muerte y la suerte no hay más que una letra.

Algo presuroso ha vuelto a mí, es un pedazo de alma que lo tenía dormido porque no le gustaba a ella.

Y pensar que hace meses veía escritos de un amigo de hace años y decía pobre de él que seguía con ese tono de letra tan triste en el tintero. Y me veía yo tan cálido con la persona que amo. Y válgame que me doy cuenta por su propia boca de que tan inocente y honesto puede ser la falta de amor, o el desamor, que al fin y al cabo, me da lo mismo.

Vaya que no puedo ya quejarme, ni encontrarme esta nueva pequeña y odiosa herida que quiero que sea mentira y mentira es todo lo que se actuó en nombre de continuar, como cuando preparas tu cereal de noche para su poza blanca y tibia.

Y yo que soy tan pobre actor me limito a poner el hombro de donde nace mi cariño y ese devoto amor que lo sigo limando a fuerza de voluntad. Bah, qué poco vale pulir un diamante de sentimiento frente al cuero y brillantes de remate y casa fina, según tu mundo exterior.

Vaya que no puedo culpar a nadie. Y que soy del mundo un punto.

Mira que siempre me he inclinado a descubrir mentiras, porque me pregunto siempre por qué funciona la vida así, porque prefiero que la resignación fuese de pura fuerza impuesta y no por ignorancia. Y mi vida funciona contigo a mi lado, pero mira que siempre me he inclinado a descubrir mentiras.

Vaya que la muerte después de tanto vacío probado es para toques de tambor, es una suerte rítmica que los inmortanles escuchan. Porque la diferencia, como dijo Sabina, es su primera letra.

Sólo te agradezco ese pedazo de alma, de poder escribir.

No hay comentarios: